Como la falta de creatividad literaria en estos últimos meses es obvia, me plagio a mí misma, me uso de "negra" y reutilizo antiguas entradas de antiguos blogs casi-casi-casi olvidados...... aaayyyyyy, la mellon-collie!!!!. A cambio utilizo fotos propias.... aunque no sean de las mejores....
El primer sofá que recuerdo es el de la casa de mi abuela, ése que
estaba en el salón, con armazón marrón clarito, digamos que de cuero,
con la tapicería en una especie de peluche beige. Ni que decir tiene que
en el salón de mi abuela no se podía entrar, no digamos ya saltar o,
simplemente, sentarse en ese sofá o en cualquiera de los dos sillones a
juego. Para eso estaban las orejeras de el cuarto de estar. El lujoso
borreguito era para uso exclusivo de distinguidas visitas y , ¿cómo no?,
para el médico cuando iba a revisar lo que tenía que revisar.
Un
sofá que disfruté mucho fue uno de los cinco que había en la parte de
arriba de "el Clavel 8", un bar muy agradable que frecuento desde hace
muchos años y que antes tenía una decoración muy retro (bastante más que
la de ahora, sí).
Era un sofá rojo, con remate blanco, muy art decó,
dos plazas, con su lamparita, su mesita y sus sillitas. Cada cosa de su
padre y de su madre, buen ejemplo de decoración ecléctica y popera. No
faltaban las monotipias y serigrafías de Warhol, tan trilladas y
mancilladas después.
Otro buen ejemplo de sofá es ese de escai que todos hemos sufrido alguna
vez, especialmente en verano cuando al levantarte te dabas cuenta de
que te habías dejado allí media nalga (eso las chicas que llevábamos
minifalda, claro. A los chicos ésto os pasó menos). Este especímen de
sofá habitaba, básicamente, en las salas de espera de consultas de
dentistas, oftalmólogos, dermatólogos....familia médica en general,vaya
(por eso disfrutaban tanto el borreguito de mi abuela, ejem: de su
sofá). Ahora ya los han cambiado por butaquitas tapizadas en lonetas de
todo tipo de colores pastel. Algunos clasicorros (eso lo serás tú!!!!)
se han resistido un poco al cambio y, a pesar de utilizar butaquitas,
siguen haciéndonos la puñeta con el aparente escai.
¿Qué decir de aquellos tapizados setenteros?....No hay más que comentar.
La
elección del sofá en una casa es, habitualmente, fuente de conflictos.
El que te gusta es caro, o no cabe en el salón. El que es asequible es
muy mono, eso sí (madre, qué telas!!!!) pero.....o no es el color
exacto, o no es de la forma exacta, o es incómodo como él solo.
En la
primera casa, esa que normalmente es de alquiler, posiblemente te
decantes por un futón. Incómodo....pero muy juvenil, eso sí!, y
práctico. Los de IKEA, además, son muy baratos.
Pero lo más normal,
en los tiempos que corren y siguiendo cánones decorativos populares, es
que todos acabemos comprando un sofá con cheslón. El súmun de la
comodidad, oiga. Es poner el culo, a Buenafuente (en la tele ¿eh?, no en
el sofá!) y a los dos segundos estás ya repanchingado, a los dos
minutos adoptas la posición de decúbito lateral y a las dos horas te
despiertas con el run-run de la petarda de turno del concurso telefónico
de turno (¿por qué nadie llama a esos concursos con lo fácil que lo
ponen?). Apagas la luz como puedes y te arrastras dando tumbos hasta la
cama pensando lo cómodo que es tu sofá.
El sofá tiene muchas
utilidades, todos lo sabemos. Desde hacer de cama elástica en tu más
tierna infancia hasta hacer de diván de psicoanalista o tórrido
escenario de fantasías animadas de ayer y hoy (¿quién no ha roto un sofá
haciendo el salto del tigre?).
En realidad todo esto es una
excusa (gran excusa) para poner una canción. No nos engañemos: los
mejores sofás son los de piel italiana.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA mi me paso eso con el colchón, porque hay tantos en el mercado y encima si la pareja tiene gustos diferentes...al final compramos unos colchones de muelles tradicionales y de lo más felices.
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